jueves, 15 de noviembre de 2018

Sanar la relación con LA MADRE

Sanar la relación con


LA MADRE





La relación con la madre es la más significativa de nuestra vida, la base sobre la que se construyen todas las demás relaciones. Con la madre fuimos uno cuando estuvimos en su vientre y luego seguimos íntimamente unidos a ella durante la lactancia. El vínculo con la madre es fundamental para la supervivencia. El niño, la niña, se miran literalmente en la madre, se ven en ella como si fuera un espejo. La madre representa al mundo en su totalidad y lo que de él proviene. Para la mujer, representa la referencia del modelo femenino que puede reproducir o rechazar, la forma de ser mujer, de vivir, la femeneidad y ser madre. Para el hombre va a representar el modelo de mujer por el que se va a sentir atraído o va a rechazar, es decir, que condicionará su elección de pareja y la relación con ella, y mientras no madure seguirá siendo hijo... de su mujer.

De la madre esperamos todo, lo exigimos todo, lo demandamos todo. La castigamos cuando no nos provee de lo que necesitamos, calladamente o en una protesta manifiesta. A la madre se la rechaza, se le reprocha y se la culpa de todo, es la relación más importante de nuestra vida... y a la vez complicada.

En todo proceso terapéutico es fundamental explorar la relación con la madre, con el padre también, por supuesto, pero el primer lugar lo ocupa la madre, la madre nutricia, la que se ocupaba de las necesidades del niño o de la niña. Si estuvo presente cuando se la necesitaba, si satisfizo sus necesidades afectivas o si eran ignoradas, si veía a su hijo, a su hija, por sí misma y no como una prolongación suya o una carga que sentía como excesiva.

Todos albergamos en nuestro interior un niño herido que no fue amado incondicionalmente, que necesitó protegerse del dolor por ser demasiado vulnerable. Congelamos muchos de nuestros sentimientos y nos construimos una coraza defensiva para no sentir que éramos amados como necesitamos. Para sanar esa herida es neceario tomar contacto con el niño interior, ver dónde y de qué maneras fue herido, localizar ese dolor física y emocionalmente a fin de liberar la energía bloqueada. Conectar con el dolor, la rabia, la culpabilidad, la impotencia, la tristeza y de esta manera se empieza a sanar. Al reconocer al niño interior, al tomar conciencia de su vulnerabilidad pueden surgir sentimientos de soledad, vergüenza, carencia, sentirse inadecuado o inapropiado en ciertos momentos. Hemos de darle voz, dejar que llore, que exprese sus miedos y necesidades y también sus partes positivas, los sueños, deseos, intuiciones y creatividad y abrazarlo todo literalmente.

Hay niños buenos, niños obedientes, reprimidos, asustados, niños que tratan de agradar a su madre, niños que intentan ser perfectos, que niegan sus necesidades, niños que se refugian en la mente y niños que viven en el mundo de Disney para evitar sentir; hay niños rebeldes e insolentes que buscan llamar la atención que no reciben. Las heridas del niño y de la niña pueden ser por sobreprotección, por exceso de valoración y halago, por abandono, manipulación, comparación, miedo, rechazo, autoritarismo, exigencia, desconexión, abusos...

Ahora bien, las madres tienen también sus propias heridas y carencias de infancia, sus condicionamientos y limitaciones, sus dificultades para amar incondicionalmente y sostener al niño si ella misma no aprendió a sostenerse. Una empieza a darse cuenta de la complejidad de la maternidad cuando es madre, o al cabo del tiempo al reconocer los propios errores. Muchas veces se actúa justo al contrario de lo que se recibió... y también es equivocado.

Necesitamos en primer lugar reconocer nuestras heridas, ocuparnos de ellas y sanarlas, y eso lleva un tiempo. Y también necesitamos perdonar a nuestra madre por lo que hizo o dejó de hacer, perdonar el daño que nos causaron sus miedos, su ansiedad, su perfeccionismo, su autoexigencia, su necesidad de quedar bien, el abandono de sus propias necesidades. Perdonar su victimismo, su tristeza, su actitud depresiva, su dolor no resuelto del pasado, el efecto de la falta de amor y comprensión de nuestro padre, sus propias carencias de infancia, tal vez la falta de madre o de padre y otros condicionamientos... Ser capaces de ver la niña herida también en nuestra madre, sus propias heridas de infancia, lo que nos lleva a ser compasivos y aceptarla por completo, más allá de sus errores y limitaciones.

Antes o después, y cuanto antes mejor, llega el momento en el que hemos de perdonar, agradecer y valorar lo que nuestra madre ha hecho por nosotros. Tomar lo que de ella proviene como un legado, el que nos corresponde, el que tuvo para darnos, las heridas que nos causó y también los dones. Cuando lo hacemos nos sentimos plenos y caminamos sobre la Tierra bendecidos y merecedores de lo bueno. Cuando no tomamos, rechazamos o despreciamos lo que ella nos dio estamos negando y rechazando nuestros orígenes y eso es negarnos a nosotros mismos.



Elogio a las llamadas "OVEJAS NEGRAS" DE LA FAMILIA

Elogio a las llamadas

"OVEJAS NEGRAS" DE LA FAMILIA
























Estas personas, que en su propia familia han sido consideradas muchas veces como "ovejas negras", son en realidad BUSCADORES natos de caminos de liberación para el árbol genealógico.

Aquellos miembros de un árbol que no se adaptan a las normas o tradiciones del Sistema Familiar, aquellos que desde pequeños buscaban constantemente revolucionar las creencias, yendo a contra corriente de los caminos marcados por las tradiciones familiares, aquellos criticados, juzgados e incluso rechazados, esos, por lo general son los llamados a liberar el árbol de historias repetitivas que frustran a generaciones enteras.

Las "ovejas negras", las que no se adaptan, las que gritan rebeldía, cumplen un papel básico dentro de cada sistema familiar, ellas reparan, desintoxican y crean una nueva y florecida rama en el árbol genealógico.

Gracias a estos miembros, nuestros árboles renuevan sus raíces. Su rebeldía es tierra fértil, su locura es agua que nutre, su terquedad es nuevo aire, su apasionamiento es fuego que vuelve a encender el corazón de los ancestros.

Incontables deseos reprimidos, sueños no realizados, talentos frustrados de nuestros ancestros se manifiestan en la rebeldía de dichas ovejas negras buscando realizarse. El árbol genealógico, por inercia querrá seguir manteniendo el curso castrador y tóxico de su tronco, lo cual hace la tarea de nuestras "ovejas negras", nuestros buscadores, una labor difícil y conflictiva.

Sin embargo, ¿quién traería nuevas flores a nuestro árbol si no fuera por ellos? ¿quién crearía nuevas ramas? Sin estos miembros rebeldes y sanadores los sueños no realizados de quienes sostienen el árbol generaciones atrás, morirían enterrados bajo sus propias raíces.

Cuando en una familia surge un buscador es porque éste encarna el deseo de todo el clan de salir de las repeticiones y lo conocido e ir hacia adelante.

En psicogenealogía se considera que los secretos guardados en una generación son un manantial insano de traumas y conflictos para las sucesivas generaciones. Sabemos además el poder de la comunicación no verbal. Los secretos hay que airearlos si son del presente o sanarlos sin son del pasado. Lo importante es hacerlo de la manera adecuada y en el momento más oportuno.

"Los duelos no hechos, las lágrimas no derramadas, los secretos de familia, las identificaciones inconscientes y lealtades familiares invisibles pasean sobre los descendientes. Lo que no se expresa por palabras se expresa por dolores". Anne Ancelin Schützengerger.

"Aquel cuyos labios callan, conversa con la punta de los dedos, se traiciona por los poros". Freud.

"Vale más saber una verdad, aun cuando sea difícil, vergonzosa o trágica, que ocultarla, porque aquello que se calla es subordinador o adivinado por los otros y ese secreto, se convierte en un traumatismo más grave a largo plazo". Claudine Vegh, La familia y los secretos del árbol genealógico.

La familia es lo permanente, ya estaba antes de que llegáramos, le pertenecemos mientras vivamos y seguirá existiendo después de nosotros. Sin embargo hay que liberarse del árbol familiar, del encasillamiento forzado por el que se nos atribuyen frecuentemente cualidades de personas muertas, lejanas, o se toma algún incidente de nuestra infancia para asignarnos de por vida un papel, y donde estamos marcados por un número en el escalafón.

Lo que un antepasado calla tiende a ser expresado en uno de sus descendientes por múltiples vías: accidentes, enfermedades, elecciones de pareja, decisiones importantes, vocaciones, etc. Parece ser que "lo no dicho" tiene su propia presencia generación tras generación y tiende a materializarse de alguna manera. El árbol guarda secretos al tiempo que puede intentar desvelarlos.

En todo árbol hay un héroe, el que lo sana y se sana, el que eleva su nivel de consciencia y frena de alguna manera que siga "corriendo el agua sucia" hacia generaciones venideras. La sanación del árbol consiste en descubrir la repetición, comprenderla, hacerla desaparecer o repetirla esta vez de una forma positiva.

Que nadie te haga dudar de tu naturaleza y de quien eres, cuida tu "rareza" como la flor más preciada de tu jardín. Eres el sueño realizado de todos tus ancestros.


























MUJER FUERTE

MUJER FUERTE




Si eres una mujer fuerte prepárate para la batalla: aprende a estar sola, a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo, a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta, a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto. Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo, rodéalo de fosos profundos, pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades, que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres, que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte protégete con palabras y árboles e invoca la memoria de mujeres antiguas. Has de saber que eres un campo magnético hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados y el óxido mortal de todos los naufragios.

Ampara, pero ampárate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. 
Cuídate.
Atesora tu poder.
Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.


viernes, 16 de febrero de 2018

ROSA NEGRA DE HALFETI

ROSA NEGRA DE HALFETI




Los pétalos que cubren su simiente brillan cual seda de Damasco y florece, embebida de belleza, pese a la negrura que engalana su rosáceo rostro veraniego. Es tal la oscura seda de sus pétalos que los humanos la buscan insistentemente, escuchando los ecos que la cubren de misteriosa leyenda, la que dice que su cuerpo espinoso guarda secretos místicos y por ello desean poseerla, como si poseyendo la delgadez de su espíritu vegetal y entregándolo al simbolismo en torno a su figura, fuesen a entender el significado de la vida o asomarse al abismo del significado de la propia muerte.



Misterios en torno a su sofisticado envoltorio aparte, su negro esplendor es fruto del tiempo, de la paciencia, de la canícula veraniega en cuyos brazos se pierde unos pocos días al año renaciendo en plena gloria... cierto que oscura, muy oscura, tanto que parece negra, pero engalanada con todos los atributos que sólo las rosas pueden ofrecer a Gaia. Halfeti, una pequeña localidad agrícola de la región de Sanliurfa en Turquía es su bastión y morada. Le gusta sentirse oculta, esconderse de las miradas indiscretas, disfrutar del sol de verano cuando se decide a florecer y su cuerpo espinoso termina regalando al mundo sus insólitas rosas negras, únicas en el planeta y un hermoso regalo para la vista y el sentido.

Las rosas negras de Halfeti no son producto de hibridación alguna. Su color, de un rojo tan profundo que parece terciopelo negro, es consecuencia de los nutrientes que subyacen en la tierra y que provienen de las aguas subterráneas del río Eúfrates, cuya densidad es muy elevada y sensible al ph de unos pigmentos hidrosolubles llamados antocianinas, responsables también de la coloración de las moras o los arándanos. No hay nada de tintura o mestizaje artificial, pues todo en su negra fisonomía es obra de la salvaje naturaleza. Los pétalos de una pequeña cantidad de estas rosas, de un rojo intenso durante casi todo el año, se vuelven de un negro azabache en los meses de verano, lo que hace de ellas una pieza de gran interés botánico y ornamental.



En el año 1990 la localidad de Halfeti quedó sumergida tras la construcción de la presa de Birecik. Todo el pueblo se trasladó apenas a diez kilómetros de distancia, pero en la actualidad, las rosas negras, que tan brillantemente florecían en su lugar de origen, ahora no florecen con tanta frecuencia ni su color negro tan llamativo es tan profundo como antes. Se están haciendo grandes esfuerzos para recuperar la proliferación de esta especie tan icónica dado el interés que las rosas negras han generado como producto turístico y comercial.



Las rosas rojas simbolizan amor o pasión, las blancas virginidad y pureza, las amarillas amistad. Las rosas negras han sido fruto del elogio de místicos, esotéricos y alquimistas. Desde muy antiguo la rosa negra se ha catalogado como símbolo de oscuridad y muerte, elemento esencial en todo tipo de ritos ocultistas. Pero sobre todo, su belleza está por encima de lo que cualquier ser humano pueda catalogar como afín al bien o el mal. Su color es una más de las fórmulas que utiliza Gaia para embellecer la policromía de este mundo tan maravilloso llamado Tierra.

En peligro de extinción, la rosa negra de Halfeti se yergue esplendorosa y altiva en pequeños ramilletes de oscuros pétalos que sombrean la mojada tierra turca. Llegado el verano, entre matojos verdes espinosos y hojas carmesí, la estampa emblemática de una rosa negra se afana en demostrar que su color es el capricho producto de la paleta de colores con la que trabaja nuestra madre naturaleza.